DORMIR BIEN
El calor y el estrés no solo incomodan al dormir: también afectan seriamente al deterioro cognitivo
El verano y el estrés forman una combinación que complica el descanso nocturno. Sus efectos acumulados pueden afectar el rendimiento y el equilibrio emocional.

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Con la llegada del verano y el ritmo de vida acelerado, muchas personas experimentan dificultades para dormir bien. Dos de los principales responsables de este problema son el estrés y el calor, que interfieren de manera directa en el descanso nocturno. Lejos de ser molestias pasajeras, estas alteraciones pueden afectar gravemente el bienestar físico, mental y emocional cuando se prolongan en el tiempo.
Las altas temperaturas impiden que el cuerpo baje su temperatura interna, algo esencial para lograr un sueño profundo y reparador. Esta dificultad se agrava en ambientes calurosos, donde el calor interrumpe el ciclo natural del sueño y favorece despertares frecuentes, reduciendo tanto la duración como la calidad del descanso.

El estrés también juega un papel clave, ya que activa el sistema de alerta del cuerpo y eleva los niveles de cortisol y adrenalina, dificultando la conciliación del sueño y fragmentándolo. Esto provoca agotamiento persistente que afecta a la memoria, a la concentración y aumenta la irritabilidad, dificultando el rendimiento diario.
Para evitar estas consecuencias, los expertos recomiendan mantener una buena higiene del sueño: respetar horarios regulares, evitar pantallas y cafeína antes de dormir y crear un ambiente fresco y tranquilo. Si los problemas persisten, es aconsejable acudir a un profesional para prevenir efectos más graves sobre la salud mental y emocional.
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