DÍA PREVENCIÓN DEL SUICIDIO
Experta alerta del riesgo elevado de suicidio entre las personas mayores cuando se combina la soledad no deseada y la pérdida de autonomía
La pérdida de autonomía dispara la desesperanza entre las personas mayores y junto al aislamiento social que provoca soledad no deseada pueden ser detonantes de conductas suicidas entre las personas más mayores.

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"Perder facultades duele, pero perderlas sabiendo que no se van a recuperar, es devastador", condensa en una sola frase Lola Sobrino, psicóloga de la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (ASAPME), quien alerta del riesgo elevado de suicidio entre los mayores en un momento vital en el que la combinación de soledad no deseada y la pérdida de autonomía mina su bienestar emocional.
Esta reflexión llega en el Día Internacional de la Prevención del Suicidio para recordar la urgencia de abordar los factores sociales y emocionales que ponen en riesgo a colectivos vulnerables, entre ellos, las personas mayores.
A pesar de que el envejecimiento es un tema recurrente, a menudo se trata solo desde una perspectiva física y se olvida que la salud mental también envejece, se resquebraja y necesita cuidados específicos.
La soledad no deseada se asocia con síntomas depresivos como alteraciones del sueño, pérdida de apetito, falta de motivación, dificultades para comunicarse y un progresivo abandono de las actividades cotidianas.
"Una persona que va perdiendo autonomía no por una enfermedad transitoria, sino por la edad, es consciente de que esas facultades son difícilmente recuperables. Ahí aparece la desesperanza junto con síntomas depresivos", explica Sobrino.
Junto con la adolescencia, según explica la profesional, la franja de 75 a 79 años concentra el mayor número de suicidios consumados en España. De hecho, según el Instituto Nacional de Estadística, los datos de la última década señalan 392 personas mayores de 65 años fallecidas por suicidio.
Además, tal y como figura en un documento de prevención de estas conductas elaborado por el Gobierno de Aragón, una de cada cinco personas de más de 60 años vive con alguna enfermedad de salud mental, mientras que parte de ellas piensan que es normal sentirse triste o aislarse de los demás.
Padecer enfermedades crónicas, tener un diagnóstico reciente de una enfermedad temida, registrar hospitalizaciones recurrentes o prolongadas, cambiar el lugar de residencia, pasar por un duelo, cuidar a una persona con dependencia o no conseguir adaptarse a la jubilación son situaciones que influyen en que la vulnerabilidad crezca.
Ocho de cada diez personas que se suicidan lo expresa
El Colegio de Farmacéuticos de Aragón colabora en la prevención del suicidio entre los mayores con la distribución de una guía en la que desmontan algunos mitos, como que la persona que se quiere suicidar no lo anda diciendo, ya que la realidad es que 8 de cada 10 personas que se suicidan lo han expresado claramente.
La sensación de tristeza o desesperanza puede disminuir si se siente escuchada, agregan, con lo que cualquier persona puede colaborar en la prevención. Hay, por tanto, que escuchar sin juzgar; validar lo que la persona está sintiendo; acompañar y orientar para buscar ayuda profesional.
Asistencia, acompañamiento y prevención
Ayuda como la que presta ASAPME, que trabaja con un servicio de asistentes personales que no se limita a “cuidar”, sino que acompaña y fomenta que la persona pueda seguir tomando decisiones, realizando gestiones y participando en la vida social.
"Una persona mayor tiene las mismas necesidades que una persona joven, ya que quiere ocio, socializar y sentirse útil. La familia debe entender eso y acompañar, no solo resolver lo físico", señala esta psicóloga.
A esta reflexión se suma Andrea, trabajadora social, quien insiste en que “envejecer no debería ser sinónimo de resignación”. A su juicio, “todavía pesa un discurso social implícito que empuja a las personas mayores a aceptar pasivamente lo que les toca vivir, como si ya no hubiera espacio para elegir, cambiar o aspirar a más”.
"Las personas mayores están en una etapa de la vida en la que trabajar en el mantenimiento y el fortalecimiento de su autonomía es tan importante como cualquier otro momento, o incluso más", subraya.
Algunas de las señales de alerta de suicidio en personas mayores podrían presentarse en el discurso o en la conducta, cuando aseguran sentirse una carga, haber perdido la dignidad, no tener esperanzas o creer que están atrapadas en sí mismas y en su entorno.
No se trata tanto de heroicidad, sino de escucha, de dedicar tiempo, de interesarse por su día a día y de ofrecer espacios de participación comunitaria. De hecho, explica Andrea, existen servicios que fomentan precisamente la autodeterminación, “ofreciendo rutinas significativas y espacios grupales donde se comparte, se acompaña y se aprende entre iguales”.
"Lo fundamental es que los cuidados no anulen a la persona, ni fomenten una pérdida aún mayor de autonomía. Al contrario, deben sostener, acompañar y potenciar todo lo que la persona aún puede hacer, decidir y ser", indica.
La rutina diaria puede marcar la diferencia porque "les da estructura, motivación y un sentido de control sobre su propia vida". Los espacios grupales donde se aprende entre iguales refuerzan el sentimiento de pertenencia y reducen el aislamiento, concluye. Un artículo de Naiare Rodríguez Pérez.
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