EN LA REAL MAESTRANZA
Joaquín Sabina conquista la plaza de toros de Sevilla bajo la luz de la luna a los 76 años
Joaquín Sabina no necesita presentación alguna. El artista ante el que todos nos quitamos el sombrero (o bombín) y que ahora, en la plaza de toros de Sevilla, ha iluminado la ciudad junto al poder de la luz de la luna.

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Con 76 años recién cumplidos, Joaquín Sabina, se ha convertido esta noche en el torero con más edad que ha actuado en la Real Maestranza de Sevilla. Lo ha hecho con su voz, cumpliendo "el sueño de niño", el del que nunca pensó que, con sus ganas de ser torero, estaría ante el público sevillano en su coso más emblemático.
Ahí se ha plantado el de Úbeda cuando pasaban ocho minutos de las nueve de la noche, con un bombín casi blanco, camisa negra con lunares blancos y muchas ganas de cumplir sus "fantasías e idolatrías, porque pisar el albero de La Maestranza hace que esta noche sea muy mágica y muy emocionante".
Pegado al taburete que le da estabilidad física y mental en su última gira, coordinado en todo momento con Mara Barros, la onubense que multiplica por dos sus cuerdas vocales cada noche, y a gusto, muy a gusto, Sabina se ha rodeado de miles de personas "sevillanas y trianeras", que no lo es lo mismo, y para eso el maestro va a estar casi una semana en esta ciudad, con tres conciertos separados por un día de descanso cada uno, "los dos primeros para los holas y el tercero para el adiós".

Una luna gibosa que no pagó entrada
Y estaba a gusto por muchas razones, entre ellas porque siempre se ha confesado un noctámbulo, "porque de día se va y se vuelve de la obligación, y de noche de cosas que tienen más que ver con el corazón", y protegido por la luna gibosa creciente que alumbraba el Guadalquivir a la orilla del concierto, ha presentado a su "cuadrilla, la mejor para triunfar en esta plaza", con músicos a la sombra del artista como la bajista argentina Laura Gómez Palma.
Al ritmo de Más de cien mentiras ha puesto nombre y apellidos a quienes le acompañaron en la ciudad que vio nacer a María Jiménez, de la que ha presumido de haber cantado sus canciones. Le ha puesto voz Mara Barros en Con dos camas vacías, mientras el de Úbeda se tomada un descanso hasta firmar un Pacto entre caballeros Jaime Asúa casi 40 años después de incluirlo en el antológico Hotel, dulce hotel.
Descansado y con su bombín negro, ha vuelto al escenario para explicar las cosas que pasan Dónde habita el olvido, pescar Peces de Ciudad o cantar una canción a La Magdalena, en un escenario a tiro de piedra de una plaza de Sevilla que lleva precisamente ese nombre. Todo se ha unido al sur del sur del país de Sabina para que corte orejas y rabo en su plaza fetiche, pero sin la innecesaria sangre de un animal vertida en el albero ni ser llevado a hombros por unos mozos voluntariosos, que no está el maestro para esos trotes.

Demasiado ajetreo, demasiados años
Que Joaquín Sabina se merece un descanso lo dice hasta él. Lleva ya 50 años "de hoteles, aviones, aeropuertos, hospitales…, demasiado ajetreo, y a uno también le entran ganas de descansar un poquito, de estar en casa, de estar con los amigos", y por eso espacia sus conciertos, y se apoya en su banda para sacar adelante una gira sin marcha atrás, y si quiere descansar su voz, le da a Mara el micrófono para que adorne la noche sevillana cantando Y sin embargo te quiero.
Sabina es mucho más que un cantante. Es mucho más que un escritor de canciones. Si Bob Dylan ganó el Nobel de Literatura, este país ya está tardando en darle el Premio Cervantes. Cuentan en Santo Domingo que su estatua en la calle Isabel la Católica es el único momento de República Dominicana que nunca ha sido vandalizado. Lo suyo es de pleitesía diaria sin fronteras ni océanos que lo impidan.

Porque si por sus seguidores fuera, sería como el portorriqueño Willie Rosario, que sigue cantando salsa con 101 primaveras. Esta noche, en Sevilla, gente que hizo el BUP, chavales con espinillas, cuarentones con pulseras con la bandera de España y chicas con pendientes con la tricolor de la República le han pedido que se quede. Gente que lloraba al irse el maestro, gente para la que él es su undécimo mandamiento.
Pero está claro que ha llegado la hora de enfilar El Bulevar de los sueños rotos y descansar en casa escuchando La canción más hermosa del mundo. Lo que Sabina ha unido, que no lo separe nadie.
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